jueves, 9 de junio de 2011

Los Costaleros Profesionales" vs. los "Hermanos Costaleros"


Es cierto, que por las décadas de los años cuarenta o cincuenta, llegó a Sevilla un sacerdote jesuita, para abrirle los ojos a los sevillanos y así se asomaran a un mundo de clausura, que entre rejillas de telas metálicas y gruesos faldones de pana forrada se paseaba todas las primaveras por sus mismas calles. Aquel turista de ocasión participó, de la mano de destacados cofrades sevillanos, de nuestra Semana Santa y le dio pie a escribir un libro, en el que dedicó unas páginas a los costaleros sevillanos, elementos casi ignorados de aquélla época.

Por aquel entonces, nadie hablaba de estilos, ni de escuelas, nadie andaba de espaldas delante de un palio, nadie sabía los costaleros que calzaba un paso, ni mucho menos, nadie pegaba la nariz a un respiradero, para catar los aromas de la gente de abajo. Eran tiempos indiferentes con la trabajadera, y su descubrimiento, aderezado con cierto melodramatismo, propició que en los años siguientes de gloria, se dibujara la imagen del costalero, como pieza fundamental e insustituible de esta celebración.

Así, alcanzamos la primera época dorada de la Semana Santa de posguerra. Nacen nuevas hermandades y otras se reorganizan después de un largo periodo de aletargamiento. Se restauran bordados y canastillas antiguas, se revitaliza la adormecida orfebrería hasta cotas insospechadas y los salones del Ayuntamiento de Sevilla se ven abarrotados todas las primaveras con aquellos tan elogiados "Estrenos de Hermandades", una buena muestra de la estimulante competencia desatada entre ellas, que dio muchos y buenos jornales a la artesanía sevillana.

Capataces y cuadrillas de costaleros se benefician también de este fenómeno, definiéndose en su trabajo y estilo, para así atender a una nómina de cofradías que a partir del Domingo de Ramos, requerirán durante la siguiente semana sus servicios. Servicios que prestarán, en muchos casos, con cierta exclusividad, a determinadas hermandades, y otras veces, según vayan cayendo los contratos.

Mas después, con el devenir de los años, en los principios de la septuagésima década, empiezan a soplar aires de huelga en las trabajaderas, hablándose a la vez de salarios elevadísimos que las hermandades tendrían que pagar si quieren sacar sus pasos a la calle. Son tiempos revueltos en el mundillo del costal y la crisis desatada se le achaca a muchas cosas, como a la falta de profesionalidad, al poco reconocimiento de este trabajo, o al descenso alarmante de peonadas en el muelle, provocado por la moderna maquinaria; aunque lo más directo era pensar, que a nadie le interesaba meterse debajo de un paso para llevarse un sobresueldo a su casa. Sin embargo, habrá, como siempre, los que marquen la excepción a la regla y su profesionalidad quede por encima de todas estas circunstancias; desde luego, estos, no eran tiempos de penuria económica y por ello, la soflama del costalero profesional de décadas anteriores se colaba irremisiblemente por las puertas de la Historia.

Con la crisis profesional de costaleros que he apuntado antes, llegamos a la primavera de 1.973, cuando un Martes Santo, se echa a las calles de Sevilla el primer paso de nuestra Semana Santa, portado por costaleros que no cobran. Son los "Hermanos Costaleros", solución concebida por la Hermandad de los Estudiantes, que ha organizado una cuadrilla de costaleros, compuesta por jóvenes hermanos, comprometidos a llevar a su crucificado de la Buena Muerte. Los manda, precisamente, un capataz de profesionales con cierto carisma, don Salvador Dorado Vázquez, "El Penitente", (q.e.p.d.), aleccionándolos anteriormente en los secretos del costal y la trabajadera. Este hecho tuvo una gran resonancia en los ambientes cofradieros, y a pesar de los malos augurios con que fueron recibidos "Los niños", la mayor parte de las hermandades siguieron a estos, provocándose un punto de inflexión en la relación temporal hermandad-costalero. Muy pocas fueron las hermandades que siguieron con los costaleros profesionales a jornal, remitiéndome, en este caso, a la Semana Santa de 1.994, en que sólo dos pasos procesionaron con cuadrillas auténticamente profesionales, a saber: el Traslado de Santa Marta y la Coronación del Valle.
(Siguiente foto: Primera cuadrilla de Hermanos Costaleros de la Hdad de los Estudiantes de Sevilla. 1973)
Pero en lo esencial el costalero sigue siendo el mismo, lo que ha servido para mantener viva la llama de la tradición de un viejo trabajo, que convivió paralelamente muchos años con el trabajo de las antiguas collas del puerto, cantera principal en donde se reclutaron cuadrillas valientes, que capataces de renombre mandaron en una liturgia única dentro de la celebración de más arraigo de nuestra tierra.

Esta es la corta crónica, que relata como en la Semana Santa de Sevilla se llega a las cuadrillas de los "Hermanos Costaleros", acontecimiento con tal fuerza influsiva, que hace que muchas hermandades del entorno sigan su ejemplo, principalmente con el objeto de buscar en principio un beneficio económico, además de tranquilidad e independencia de la cofradía, amén de otros aspectos, que intrínsecamente van unido a la propia idiosincrasia de la hermandad, con los que el profesional difícilmente se podía identificar.