Como bien dijo el poeta, cada día tiene su afán. En la Semana Santa de Sevilla, cada jornada es distinta de las demás. A ello no sólo contribuye la nómina de cofradías que salen a la calle, sino el estado del cuerpo y del espíritu: ansioso el domingo de Ramos y melancólico en la tarde del viernes Santo. Los ojos se dejan llevar por la novelería de los estrenos, y el alma busca esos momentos que son iguales… pero diferentes cada año. Cada tarde se hacen y deshacen mil y una historias que sólo pueden perdurar por obra y gracia de la palabra. Relatos tan breves que son flor de un día.
Nos remontamos a la Semana Santa del año 1945, Sevilla vivía “los años del hambre” entre cartillas de racionamiento y el estraperlo, como caracteres de la vida cotidiana de la ciudad.
El domingo de Ramos llovió, por lo que la Hermandad de la Amargura no salió. El capataz Rafael Franco Luque le apuntó el jornal a su cuadrilla y los mandó a su casa. Los citó el lunes Santo para sacar la Hermandad de la Vera Cruz. Y sacaron la Vera Cruz. Y el martes Santo sacaron a la Candelaria. Y el miércoles Santo los Panaderos. Una vez había entrado el paso de palio de la Virgen de Regla, Rafael citó a la cuadrilla para el día siguiente, a las nueve de la mañana en la plaza de San Pedro.
Los miembros de la cuadrilla se extrañaron de aquella citación para la mañana del jueves Santo, cuando no tenían la siguiente cofradía hasta la tarde. Sólo el costalero trianero Manuel Torralbo fue capaz de dirigirse al capataz aunque en un tono bastante guasón.
-Rafael, ¿a las nueve de la mañana? ¿Es que vamos a barrer las calles?
No. Iban a sacar la Hermandad de la Amargura, que como no había podido salir el domingo de Ramos, lo haría el jueves Santo por la mañana, en aquella Semana Santa tan poco reglamentada. Pero sólo cuando los costaleros estuvieron en la plaza de San Pedro les dijo Rafael que iban a sacar la Amargura.
La sacaron, y la pasearon aquella mañana antigua de mantillas. Entraron a las cuatro de la tarde. Y Rafael les dijo.
-Pues ahora nos vamos a Monte-Sión.
Y sacaron la Hermandad de Monte-Sión encerrando el paso de la Virgen del Rosario a la una de la mañana del viernes Santo. Y les dijo el capataz.
-Ea, ahora nos vamos al Gran Poder. Y cuidadito con lo que se habla, que a nadie se le ocurra decir que ustedes eran los de esta mañana en la Amargura.
Y sacaron El Gran Poder. Y una vez dentro el palio de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, se echaron a dormir por los portales, porque a las cuatro tenían que sacar la Hermandad de la Carretería, donde Rafael igualaba a la gente del palio en el paso de misterio, para que saliera mejor por aquella puerta. Cuando entró la Carretería, la misma cuadrilla de Rafael Franco había sacado cuatro cofradías en menos de cuarenta horas. ¡Y sin relevos ni costaleros de refresco!
Aquel milagro se obró gracias a la cuadrilla de palio de más baja estatura que nunca hubo. La cuadrilla que popularmente era conocida como la de “los Ratones”.
En esa cuadrilla mítica igualaban gente como el referido Torralbo, Antoñito, Vinagre y Barrera. Como todo el cuadrante que aún recuerdan los tinglados del muelle y las saetas de los balcones: Castillo, Boza, Cuenca, Pavía, Gracia, León, Manzano, Vega, Trigo, Acosta, Oliva, Domínguez, Reyes, Ojeda, Silva, Albarrán, El Loco...
Esta es la leyenda de la cuadrilla de “los Ratones”, la mejor cuadrilla de palio que nunca hubo en Sevilla.
Hay una forma de andar que es de Triana / otra forma de andar que es de la Puerta Osario / pero sólo hay una que sale de los hondones del alama / y esa era la forma de andar de la de la cuadrilla de “los Ratones”/ que mandaba Rafael Franco
(Antonio Burgos)