La Semana Santa madrileña cuenta con un incremento de jóvenes fieles que anhelan ser «los pies» de las imágenes. Las cuadrillas se duplican
La Semana Santa madrileña ha dado un giro radical en los últimos años. La acogida entre los fieles es cada vez mayor, como mayor es también el interés de muchos jóvenes por convertirse en costaleros. Así lo certifican aquellos que pasean por las calles la Pasión de Cristo entre los miles de devotos. A los hechos se remiten: si antes recurrían a la búsqueda de costaleros en otras provincias para completar cuadrillas, desde hace tres años a esta parte se duplican. Incluso se ha dado el caso de potenciales costaleros que se han quedado fuera de los pasos al no encontrar hueco bajo las trabajaderas.
Juan Manuel Venegas, Hermano Mayor de Los Estudiantes, fue de los primeros costaleros de la congregación en Madrid. Comenzó en 1989 y ha presenciado mejor que nadie la tendencia alcista de querer convertirse en «los pies de Cristo» durante los últimos tiempos. «Antes andábamos muy justitos bajo el paso. A veces tenía que venir gente de otros lugares de España para llenarlo. Últimamente se ha notado un incremento fuerte. Esto engancha. Es como una droga», comenta satisfecho.
Jueves. Nueve y media de la noche. A las puertas de la Basílica Pontificia de San Miguel (San Justo, 4) se reúne cerca de un centenar de costaleros. Mayoritariamente son de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón y María Santísima Inmaculada, Madre de la Iglesia y Arcángel San Miguel, más conocida como Los Estudiantes. Al lugar también acuden cofrades de otras congregaciones, que se preparan con gran ilusión para levantar los pasos de aquellos que arrancan la Semana Santa capitalina. Albañiles, ingenieros, arquitectos, directivos de multinacionales, ... todas las profesiones, todos los estratos sociales se unen de igual a igual para, juntos, poner el broche final de los ensayos antes de partir en procesión el Domingo de Ramos. El aroma a incienso y cera quemada que emana del templo se mezcla con el aire de camaradería, ilusión, seriedad y gran dedicación de estos feligreses.
50 kilos sobre el corazón
Jesús Fernández, de 45 años, es miembro de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias, Los Gitanos. También forma parte de la Exaltación de Sevilla y es vocal, además, de El Divino Cautivo. Lleva toda la vida soportando el peso de la representación del Señor, una media de 50 kilos que recaen sobre la séptima vértebra oculta tras su cuello. «Es muy difícil decir por qué se está debajo. Sufres mucho. Es muy duro, pero lo haces con devoción y sacas las fuerzas del corazón o de donde sea para que todo salga a la perfección».
Este costalero, que acude a la cita para observar a los compañeros, también percibe en sus corporaciones el aumento de interesados en levantar las representaciones religiosas: «Hay mucha sangre nueva. No es la misma vocación que hay en Andalucía, pero la fiebre por ser costalero crece».
José Laguna, un estudiante de periodismo de 22 años, se «hace la ropa» —prepara el costal— en el suelo de la basílica con un compañero. Pertenece a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima Esperanza de La Macarena. Lleva tres años elevando el palio de la Virgen de Los Estudiantes. «Saco cuatro o cinco pasos al año», alardea.
Cada vez —añade enérgico mientras el hermano le ajusta el costal—, más gente quiere ser costalero. Ha evolucionado un montón. Que una hermandad tenga de 60 a 70 personas en Madrid para llevar un paso es impresionante», opina fascinado. Para este apasionado, cargar con el palio es «como un deporte, una afición» que requiere de un buen entrenamiento y, ante todo, «fe». «Si no crees en Dios, mejor que no estés debajo», sostiene.
Son las once de la noche. Todos listos bajo el palio de la Virgen. Susurra la música de un pequeño reproductor. Primero, segundo, tercer martillazo. «Levantá» a pulso al grito del capataz. La figura comienza a andar, movida por 30 hombres que debajo se deshacen por amor en esfuerzos.
Mujeres «anderas»
«No me veo en otro sitio que no sea debajo del paso. Es como un trabajo más, un privilegio. Te tiene que mover la fe para hacerlo», detalla Carlos Martín, que lleva cinco años levantando parte de los 1.200 kilos que pesa el palio de la Virgen de Los Estudiantes. Carlos recuerda cuando en 1996 se buscaban costaleros por toda España. «Ahora nos sobran», apunta.
En cuanto a las mujeres, en Madrid no hay pasos con costaleras, aunque existen «anderas» en el paso de Virgen de la Hermandad de los Cruzados de la Fe en la tarde del Viernes Santo.
Ha pasado la medianoche. Fin de la preparación. Les espera el día grande. El más deseado. Aquel en el que soportarán durante cerca de cinco horas la imagen a cuestas; aquel en el que romperán a llorar bajo aquello que tanto representa. «Cuando se abre la puerta sientes una gran agitación. Ese día, pierdes la noción del tiempo. Recuerdas al que no está a tu lado, a las personas que ya no tienes; piensas en lo que sufrió el hombre que llevamos encima y notas cómo la gente se emociona a a cada paso». Así lo sienten, así lo viven los costaleros.