martes, 24 de mayo de 2011

A los "Santeros de Marchena"

José Gavira "el cordonero"

Mi única intención es la de que insistiendo en la falta de testimonios escritos, y al no haber otra posibilidad para poder hacer perdurar en el tiempo la memoria los denominados como “santeros” con todas sus virtudes y sus defectos, recurrir a la tradición oral para poder recrear lo más fielmente posible la historia de estos esforzados de nuestra Semana Santa, que durante mucho tiempo portaron nuestras veneradas imágenes por las calles de nuestra localidad.


Con el “santero” en Marchena ocurre lo mismo que con el costalero en Sevilla, ambos en su consideración histórica nacen como una actividad marginal de gente dedicada a la carga, en el caso de Marchena más propiamente a las tareas del campo, que en la ocasión festiva se contrataban para llevar los pasos.

Los “santeros”, fueron el elemento tradicional con el que se portaron los pasos en Marchena desde que se aplicó el sistema de carga interior en el final del siglo XVIII, hasta la definitiva implantación de los hermanos costaleros en los años ochenta del pasado siglo XX.

La realidad de los santeros se escribe con personajes anónimos debajo de los pasos de nuestras hermandades. Por novatos maltratados en Viernes Santo de muerte con gente de menos en los palos, por viejos santeros dejando el último aliento en la madrugada del Sábado Santo para subir a la Soledad por el “Tiro” hasta Santa María, por latillas de vino y agua ardiente para aliviar los maltrechos cuerpos, por cuerpos rotos de santeros dormidos en las trabajaderas para no perder el sitio…

Así era la realidad de estos personajes, protagonistas auténticos de nuestra Semana Santa…

“El Mito de la Taberna”. Los “santeros” se reunían tradicionalmente en las tabernas durante todo el año. Estas eran centros de reunión permanente para los “santeros”. Las cuadrillas de santeros estaban formadas por la gente que trabajaba mayoritariamente en el campo, y esta gente utilizaba el espacio que la taberna les ofrecía para todo.Y por supuesto para beber hasta emborracharse después de terminar la faena.

La taberna ha venido desempeñando diversas funciones sociales en la cultura popular urbana como centro de sociabilidad. Tradicionalmente la taberna ha ocupado un lugar principal en la convivencia diaria de la cultura popular como centro de contestación pública.

Las tabernas eran improvisadas oficinas de empleo y además se convertían en centros de esa cultura soterrada por la hipócrita sociedad, ajena a la realidad, que permitió el trabajo de estos hombres en condiciones infrahumanas y a la vez los criticó con extrema dureza.

En España y sobre todo en Andalucía, los bares y las tabernas son un popular fenómeno social que ha marcado la cultura y las costumbres de numerosas generaciones. Tradicionalmente, los bares son lugares de encuentro y reunión informal, frecuentados a diario, generalmente por un público masculino. En España, es común que todo pueblo, barrio o incluso cada calle importante de una ciudad tenga uno o más bares que son visitados de forma habitual por muchos de los vecinos.

Tabernas como; la del “Cáceres” (que estaba situada en los Cantillos justo en todo el centro de la población, lugar por donde pasaban y siguen pasando todas las hermandades de Marchena), o las tabernas del “Xania” y el “Achazo” (que estaban en la plaza Vieja), también en la calle Sevilla estaban las tabernas del “Pollo” y el “Biri biri”, nos sirven de testimonios para recrear aquella Semana Santa del pasado.

Estos lugares eran el punto de encuentro de los santeros. Allí era donde se realizaba la formación de la cuadrilla para la Semana Santa y posteriormente se les pagaba, como si de otro de los trabajos del año se tratara. Además una vez encerrada la hermandad pertinente acudían a ellas a regar el gañote a la espera del correspondiente jornal para seguidamente marchar a sacar la siguiente hermandad.

Estos hombres que hacían de la taberna su hábitat natural eran personas en su inmensa mayoría de un nivel social, económico y cultural bajo. Muchos de estos hombres, denostados por la sociedad del momento, que dejaron debajo de los pasos sangre, sudor y esfuerzo, viven todavía, arrastrando las secuelas de su paso por las trabajaderas, con legítimo orgullo. Por el contrario otros se fueron quedando por el camino.

Esta era la realidad de estos protagonistas anónimos de nuestra querida Semana Santa, en una época en la que paradójicamente la gente iba mucho más a las iglesias pero a nadie se le pasaba por la cabeza meterse debajo de los pasos que portaban las imágenes por todos veneradas, pero no podemos olvidar a modo de colofón lo que decía Leo Spitzer “…Toda belleza tiene una cierta cualidad misteriosa que no se transparenta a primera vista…”

Gonzalo Lozano