“EL CONTRAGUÍA”
(Fdo: Nicodemo)
(Fdo: Nicodemo)
El contraguía ve el paso en un escorzo contínuo, resvalando su atenta mirada por el relieve de los respiraderos o de la canastilla, atento a su candelabro. De él depende que el paso salve el cancel, que el capataz y la cuadrilla salgan airosos en el trance más difícil, como es sacar ese auténtico mercante por la estrecha puerta de la iglesia.
De negro va, con el escueto empaque que requiere su cometido. Alerta siempre, calibrador como nadie, el contraguía tiene el don del reflejo rápido y su voz de soslayo va surgiendo, y queda precisa para que todo salga bien, para que no se origine ni un solo fallo en el andar de ese buque mercante que es el paso.
Ojos y oídos finos como los costeros que interpreta su cuadrilla a los sones de la banda, pendientes del capataz, de la cuadrilla, de los límites encomendados, de los escollos que se acercan o del vaivén ceremonioso de los pateros en cada una de las revirás. Y mucho tacto. Tacto para apreciar el desvío y tacto para tratar con la cuadrilla. Tacto para mantener en vilo la preciada carga del costalero con las frases –“izquierda, atrás; bueno”-, -“aguantarse la trasera”- o el clásico –“llámate…”-
Vecino del patero durante toda la procesión y escoltado por la banda el contraguía vigila sobre todo la entrada y la salida del paso de la rampa, y guía corrige y alecciona a los de los costales de la trasera, sobreavisa las llamadas del capataz y cumple con su cometido nada fácil, como quien no quiere la cosa.
“A todos los hombres de negro que cada primavera se convierten en auténticos lazarillos, de los hombres de Dios bajo las trabajaderas”.